Aunque al mirar hacia lo humanitario pensemos que es algo de nuestros días, el ámbito de competencia de las ONGs, un modo de superar el déficit de dignidad de la acción de la política y de los estados, lo cierto es que surgió al mismo tiempo que ellos: cuando también se consideró que los estados, la ciencia, el comercio o la guerra eran los instrumentos que permitirían llevar el progreso de la civilización y la mejora de las condiciones sociales allí donde faltaban.
Como recién llegado a una familia de términos empleados al hablar del alivio del sufrimiento ajeno (magnanimidad, filantropía, caridad o beneficencia, entre otros), el neologismo humanitario, que apareció en castellano hacia 1832-1833, procedente del francés humanitaire (otoño de 1831), tuvo en las siguientes décadas muy diversas significaciones, paralelas
a las de sus correspondientes en inglés, francés o italiano, al menos.
Un intruso que se vió envuelto en la enzarzada pugna sostenida en toda Europa por los contendientes defensores de diferentes modelos sociales, paradigmas científicos y concepciones religiosas.
Pero además y más allá de la ejemplificación de conflictos ideológicos, lo humanitario se mostró como un elemento de la dinámica de la institucionalización de valores y, en consecuencia, de la actualización cultural de los parámetros de interpretación de la realidad.
Ciclo: Humanitarismo, Ciencia y Medicina, en la Paz y en la Guerra
Organizado por: Línea de Investigación «Prácticas culturales, saberes y patrimonio en espacios urbanos: música, ciencia, medicina» de la IMF, en el marco de los proyectos de investigación fi nanciados por la Dirección General de Investigación.