Editado con motivo del ciclo de encuentros y lecturas celebrado del 16 de enero al 16 de marzo en la Residencia de Investigadores.
La poesía es un territorio en sí misma. Traslada al lector a través de este transportador de sentido que es la metáfora, en una cartografía donde la vida del símbolo sustituye la vida física. No es superior a la vida ni se enfrenta. Sencillamente le ofrece un hogar donde habitar más allá de la sucesión, del cambio, de la transformación. Es, si se quiere, el recuerdo del agua del río que ha pasado, cuando ya ha pasado. Y, por lo tanto, no aquello que queda sino aquello que creemos que queda.
Esta complejidad esteblece también una complicidad: con el lenguaje, claro está, pero también con el colectivo humano donde se desencadena este lenguaje y con su espacio físico y cultural. Si la poesía catalana ha sobresalido como una de las tradiciones líricas europeas más interesantes, es por haber sabido establecer esta red entre la lengua catalana, como un lenguaje rico en sus registros simbólicos, con su realidad histórica y geográfica.
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